Aclaración: este es el trabajo que hice para el seminario de sexualidad en julio 2011.
Detrás de
todo gran hombre hay una gran mujer? o ¿Detrás de toda mujer hay un gran
hombre?
Tema del trabajo: Rol de género,
específicamente de la mujer en la Edad Media y en los siglos XIX y XX, y la
búsqueda de una igualdad de género.
Objetivo:
La idea de
este trabajo es determinar el ideal y la importancia de la mujer en la sociedad
a lo largo del tiempo y para ello pienso poner como ejemplos los textos “El
conde Lucanor” (Ejemplo XXXV “De lo que sucedió a una joven que se casó con una
mujer violenta y de mal carácter”), el “Libro de Buen Amor” y “La casa de
Bernarda Alba”. Hay que tener en cuenta que los tres textos son escritos por
hombres y están dirigidos a lectores masculinos, por lo que en ellos se expone
una visión machista de la sociedad en general, especialmente de las mujeres,
sobre todo de qué forma fueron o no
partícipes en la comunidad y cómo, lentamente fueron adquiriendo protagonismo
en ella. A partir del ideal de la mujer que se refleja en dichos textos se va a
indagar en qué medida se cambió o se mantuvo en la actualidad.
INTRODUCCIÓN:
Antes de ir a
las obras literarias que voy a poner como ejemplo, es conveniente determinar
qué es lo que se entiende por género y rol de género:
Género:
“El género es una construcción social,
cultural e histórica que asigna ciertas características y roles a las personas
según su sexo. Entonces se esperan cosas distintas de los varones y de las
mujeres, sólo porque existen diferencias biológicas. Mientras que el sexo
refiere a las necesidades biológicas. Mientras
que el sexo refiere a las diferencias biológicas y físicas, el género
identifica lo que se espera que hagan. Lo interesante es que se modifica en
cada momento histórico y por lo tanto podemos participar de dichos cambios” -2º
Plan de igualdad de oportunidades y derechos entre mujeres y varones.
Rol de género:
“Son
los comportamientos aprendidos en una sociedad, comunidad o grupo social
determinado, que hacen que sus miembros estén condicionados para
percibir como masculinas o femeninas ciertas actividades, tareas y
responsabilidades y a jerarquizarlas y valorizarlas de manera diferenciada” -Centro
Interamericano para el Desarrollo del Conocimiento en la Formación Profesional (CINTERFOR)
“Es el conjunto de
deberes, aprobaciones, prohibiciones y expectativas acerca de los
comportamientos sociales apropiados para las personas que poseen un sexo
determinado. La tipificación del ideal masculino o femenino es normativizada
hasta el estereotipo, aunque en el desarrollo individual la futura mujer u
hombre haga una elección personal dentro del conjunto de valores considerados
propios de su género. No obstante, los roles y estereotipos de género –tanto
femenino como masculino – están tan hondamente arraigados, que son considerados
como la expresión de los fundamentos biológicos del género.
Por su parte,
sociólogas e historiadoras feministas han conceptualizado el género como
elemento estructurador de un conjunto de relaciones sociales –las relaciones de género– que determinan
las interacciones de los seres humanos en tanto personas sexuadas. Las
relaciones de género son socialmente construidas y, por lo tanto, son
transformables; no proceden de la biología ni son necesariamente armoniosas, al
contrario, pueden ser de oposición y conflicto. Dado que estos conflictos están
determinados socialmente, pueden adoptar formas muy distintas en diversas
circunstancias; a menudo adoptan la forma de dominación masculina y
subordinación femenina” -Diccionario de Acción Humanitaria y Cooperación al
Desarrollo
“Son los papeles, funciones o tareas que le
asigna la cultura a varones y mujeres en función de su sexo, y que son
atribuidos y reforzados desde la casa, la escuela, el club y tantos otros
ámbitos”- 2º Plan de igualdad de oportunidades y derechos entre mujeres y
varones.
DESARROLLO
La evolución del rol femenino en la
historia (Edad Media, fines del siglo XIX y XX) y algunos ejemplos en la
literatura:
La mujer tiene
un rol secundario, está subordinada al hombre, de tal forma que está sometida a
su padre, y después a su marido. Era
vista como alguien que debía ser sumiso y obediente. En el caso del texto “El
Conde Lucanor” escrito por el Infante Juan Manuel en 1325, se exponen algunos
ejemplos que refieren por un lado a lo que les pasa a aquellas mujeres que no
cumplen con su rol asignado en la sociedad medieval, y por otro lado las que sí
obedecen, tomando así dos tipos de mujeres: las sumisas y las tercas. El
ejemplo XXXV narra cómo un joven bondadoso y proveniente de una familia humilde
quiere casarse con una joven muy rica, pero que era muy violenta y de muy mal
carácter con el fin de mejorar el bienestar económico de él y su padre
(teniendo en cuenta que el matrimonio en la Edad Media no se realizaban por
amor sino que es un contrato jurídico y económico, tal es así que se debía
tener dote). Una vez que se casó con ella y pasaron su primera noche juntos el
logró “domarla”, es decir, hacer que ella lo obedeciera. Dicho ejemplo va a
continuación:
Ejemplo XXXV- DE LO QUE SUCEDIÓ A UN JOVEN
QUE SE CASÓ CON UNA MUJER VIOLENTA Y DE MAL CARÁCTER
Otra vez hablaba el
Conde Lucanor con Patronio, su consejero, y le decía:
-Patronio, un
pariente mío me ha contado que lo quieren casar con una mujer muy rica y más
ilustre que él, por lo que esta boda le sería muy provechosa si no fuera
porque, según le han dicho algunos amigos, se trata de una doncella muy
violenta y colérica. Por eso os ruego que me digáis si le debo aconsejar que se
case con ella, sabiendo cómo es, o si le debo aconsejar que no lo haga.
-Señor conde -dijo
Patronio-, si vuestro pariente tiene el carácter de un joven cuyo padre era un
honrado moro, aconsejadle que se case con ella; pero si no es así, no se lo
aconsejéis.
El conde le rogó
que le contase lo sucedido.
Patronio le dijo
que en una ciudad vivían un padre y su hijo, que era excelente persona, pero no
tan rico que pudiese realizar cuantos proyectos tenía para salir adelante. Por
eso el mancebo estaba siempre muy preocupado, pues siendo tan emprendedor no
tenía medios ni dinero.
En aquella misma
ciudad vivía otro hombre mucho más distinguido y más rico que el primero, que
sólo tenía una hija, de carácter muy distinto al del mancebo, pues cuanto en él
había de bueno, lo tenía ella de malo, por lo cual nadie en el mundo querría
casarse con aquel diablo de mujer.
Aquel mancebo tan
bueno fue un día a su padre y le dijo que, pues no era tan rico que pudiera
darle cuanto necesitaba para vivir, se vería en la necesidad de pasar miseria y
pobreza o irse de allí, por lo cual, si él daba su consentimiento, le parecía
más juicioso buscar un matrimonio conveniente, con el que pudiera encontrar un
medio de llevar a cabo sus proyectos. El padre le contestó que le gustaría
mucho poder encontrarle un matrimonio ventajoso.
Dijo el mancebo a
su padre que, si él quería, podía intentar que aquel hombre bueno, cuya hija
fuera tan mala, se la diese por esposa. El padre, al oír decir esto a su hijo,
se asombró mucho y le preguntó cómo había pensado aquello, pues no había nadie
en el mundo que la conociese que, aunque fuera muy pobre, quisiera casarse con
ella. El hijo le contestó que hiciese el favor de concertarle aquel matrimonio.
Tanto le insistió que, aunque al padre le pareció algo muy extraño, le dijo que
lo haría.
Marchó luego a casa
de aquel buen hombre, del que era muy amigo, y le contó cuanto había hablado
con su hijo, diciéndole que, como el mancebo estaba dispuesto a casarse con su
hija, consintiera en su matrimonio. Cuando el buen hombre oyó hablar así a su
amigo, le contestó:
-Por Dios, amigo,
si yo autorizara esa boda sería vuestro peor amigo, pues tratándose de vuestro
hijo, que es muy bueno, yo pensaría que le hacía grave daño al consentir su
perjuicio o su muerte, porque estoy seguro de que, si se casa con mi hija,
morirá, o su vida con ella será peor que la misma muerte. Más no penséis que os
digo esto por no aceptar vuestra petición, pues, si la queréis como esposa de
vuestro hijo, a mí mucho me contentará entregarla a él o a cualquiera que se la
lleve de esta casa.
Su amigo le
respondió que le agradecía mucho su advertencia, pero, como su hijo insistía en
casarse con ella, le volvía a pedir su consentimiento.
Celebrada la boda,
llevaron a la novia a casa de su marido y, como eran moros, siguiendo sus
costumbres les prepararon la cena, les pusieron la mesa y los dejaron solos
hasta la mañana siguiente. Pero los padres y parientes del novio y de la novia
estaban con mucho miedo, pues pensaban que al día siguiente encontrarían al
joven muerto o muy mal herido.
Al quedarse los
novios solos en su casa, se sentaron a la mesa y, antes de que ella pudiese
decir nada, miró el novio a una y otra parte y, al ver a un perro, le dijo ya
bastante airado:
-¡Perro, danos agua
para las manos!
El perro no lo
hizo. El mancebo comenzó a enfadarse y le ordenó con más ira que les trajese
agua para las manos. Pero el perro seguía sin obedecerle. Viendo que el perro
no lo hacía, el joven se levantó muy enfadado de la mesa y, cogiendo la espada,
se lanzó contra el perro, que, al verlo venir así, emprendió una veloz huida,
perseguido por el mancebo, saltando ambos por entre la ropa, la mesa y el
fuego; tanto lo persiguió que, al fin, el mancebo le dio alcance, lo sujetó y
le cortó la cabeza, las patas y las manos, haciéndolo pedazos y ensangrentando
toda la casa, la mesa y la ropa.
Después, muy
enojado y lleno de sangre, volvió a sentarse a la mesa y miró en derredor. Vio
un gato, al que mandó que trajese agua para las manos; como el gato no lo
hacía, le gritó:
-¡Cómo, falso
traidor! ¿No has visto lo que he hecho con el perro por no obedecerme? Juro por
Dios que, si tardas en hacer lo que mando, tendrás la misma muerte que el
perro.
El gato siguió sin
moverse, pues tampoco es costumbre suya llevar el agua para las manos. Como no
lo hacía, se levantó el mancebo, lo cogió por las patas y lo estrelló contra
una pared, haciendo de él más de cien pedazos y demostrando con él mayor
ensañamiento que con el perro.
Así, indignado,
colérico y haciendo gestos de ira, volvió a la mesa y miró a todas partes. La
mujer, al verle hacer todo esto, pensó que se había vuelto loco y no decía
nada.
Después de mirar
por todas partes, vio a su caballo, que estaba en la cámara y, aunque era el
único que tenía, le mandó muy enfadado que les trajese agua para las manos;
pero el caballo no le obedeció. Al ver que no lo hacía, le gritó:
-¡Cómo, don
caballo! ¿Pensáis que, porque no tengo otro caballo, os respetaré la vida si no
hacéis lo que yo mando? Estáis muy confundido, pues si, para desgracia vuestra,
no cumplís mis órdenes, juro ante Dios daros tan mala muerte como a los otros,
porque no hay nadie en el mundo que me desobedezca que no corra la misma
suerte.
El caballo siguió
sin moverse. Cuando el mancebo vio que el caballo no lo obedecía, se acercó a
él, le cortó la cabeza con mucha rabia y luego lo hizo pedazos.
Al ver su mujer que
mataba al caballo, aunque no tenía otro, y que decía que haría lo mismo con
quien no le obedeciese, pensó que no se trataba de una broma y le entró tantísimo
miedo que no sabía si estaba viva o muerta.
Él, así, furioso,
ensangrentado y colérico, volvió a la mesa, jurando que, si mil caballos,
hombres o mujeres hubiera en su casa que no le hicieran caso, los mataría a
todos. Se sentó y miró a un lado y a otro, con la espada llena de sangre en el
regazo; cuando hubo mirado muy bien, al no ver a ningún ser vivo sino a su
mujer, volvió la mirada hacia ella con mucha ira y le dijo con muchísima furia,
mostrándole la espada:
-Levantaos y dadme
agua para las manos.
La mujer, que no
esperaba otra cosa sino que la despedazaría, se levantó a toda prisa y le trajo
el agua que pedía. Él le dijo:
-¡Ah! ¡Cuántas
gracias doy a Dios porque habéis hecho lo que os mandé! Pues de lo contrario, y
con el disgusto que estos estúpidos me han dado, habría hecho con vos lo mismo
que con ellos.
Después le ordenó
que le sirviese la comida y ella le obedeció. Cada vez que le mandaba alguna
cosa, tan violentamente se lo decía y con tal voz que ella creía que su cabeza
rodaría por el suelo.
Así ocurrió entre
los dos aquella noche, que nunca hablaba ella sino que se limitaba a obedecer a
su marido. Cuando ya habían dormido un rato, le dijo él:
-Con tanta ira como
he tenido esta noche, no he podido dormir bien. Procurad que mañana no me
despierte nadie y preparadme un buen desayuno.
Cuando aún era muy
de mañana, los padres, madres y parientes se acercaron a la puerta y, como no
se oía a nadie, pensaron que el novio estaba muerto o gravemente herido. Viendo
por entre las puertas a la novia y no al novio, su temor se hizo muy grande.
Ella, al verlos
junto a la puerta, se les acercó muy despacio y, llena de temor, comenzó a
increparles:
-¡Locos,
insensatos! ¿Qué hacéis ahí? ¿Cómo os atrevéis a llegar a esta puerta? ¿No os
da miedo hablar? ¡Callaos, si no, todos moriremos, vosotros y yo!
Al oírla decir
esto, quedaron muy sorprendidos. Cuando supieron lo ocurrido entre ellos
aquella noche, sintieron gran estima por el mancebo porque había sabido imponer
su autoridad y hacerse él con el gobierno de su casa. Desde aquel día en
adelante, fue su mujer muy obediente y llevaron muy buena vida.
Pasados unos días,
quiso su suegro hacer lo mismo que su yerno, para lo cual mató un gallo; pero
su mujer le dijo:
-En verdad, don
Fulano, que os decidís muy tarde, porque de nada os valdría aunque mataseis
cien caballos: antes tendríais que haberlo hecho, que ahora nos conocemos de
sobra.
Y concluyó
Patronio:
-Vos, señor conde,
si vuestro pariente quiere casarse con esa mujer y vuestro familiar tiene el
carácter de aquel mancebo, aconsejadle que lo haga, pues sabrá mandar en su
casa; pero si no es así y no puede hacer todo lo necesario para imponerse a su
futura esposa, debe dejar pasar esa oportunidad. También os aconsejo a vos que,
cuando hayáis de tratar con los demás hombres, les deis a entender desde el
principio cómo han de portarse con vos.
El conde vio que
este era un buen consejo, obró según él y le fue muy bien.
Como don Juan
comprobó que el cuento era bueno, lo mandó escribir en este libro e hizo estos
versos que dicen así:
Si desde un principio no muestras quién
eres,
nunca podrás después, cuando quisieres.
nunca podrás después, cuando quisieres.
En cuanto al libro de Buen Amor, podemos decir que
se trata de una especie de manual para lograr el buen amor o el loco amor, dejando
a libre elección la interpretación que se puede tener del texto.
El buen amor es aquel que sigue las enseñanzas de
Jesús y se vincula con el denominado Amor Cortés, que consiste en una
valoración de la mujer basada en el culto a la virgen María y al sistema
feudal, donde se la ve como señora y el amado es su vasallo. El Amor Cortés es
un amor idealizado, que no se concreta sexualmente, ya que se considera que la
amada perfecta es aquella que está fuera del alcance de su amado, idea que se
retoma en el siglo XIX con el romanticismo.
El loco amor, en cambio, está vinculado con la
pasión, el goce y el apego a la vida terrenal, buscando satisfacer el apetito
sexual.
En el Libro del Buen Amor se repite la división de
la mujer planteada en el Conde Lucanor, división basada en el estatus social y
en el comportamiento, separando por un lado a las “dueñas”, mujeres
pertenecientes a la nobleza, y actuaban de acuerdo a lo esperado por la mujer
en esa época, y por el otro las “serranas”, campesinas que no seguían las
normas sociales y que según el Arcipreste eran quienes tenían la iniciativa en
el sexo, cosa que estaba muy mal vista, siendo consideradas unas bestias o unas
acosadoras sexuales.
En este libro aparece el personaje de
Trotaconventos, una señora que se dedicaba a formar parejas a cambio de un
salario. Si bien era una figura mal vista socialmente por no tener marido ni
por quedarse en su casa todo el día haciendo las tareas del hogar, era
contratada, en este caso por el Arcipreste para poder conquistar a Doña
Endrina, por lo que ella servía para tapar una acción clandestina, ya que él
como Arcipreste, debía dedicar su vida a la iglesia y a servir a Dios, y no
podía tener pareja.
“El libro del Buen Amor” muestra una crisis de
valores en la sociedad medieval, planteando varias situaciones contrarias a las
esperadas, crisis que marcan un pasaje de la importancia en la vida terrenal y
los bienes materiales, cambios que en cierto modo indican el pasaje del
paradigma teocéntrico al antropocentrismo, donde al estar todo centrado en el
hombre, la ciencia y la razón, hay otro concepto de la sexualidad y un cambio
en el rol de género, aunque se trate de un cambio muy paulatino.
En el caso de “La Casa de Bernarda Alba” de
Federico García Lorca, se expone claramente el rol femenino a principios del
siglo XX. A continuación voy a mencionar algunas partes de la obra que revelan
lo dicho:
Magdalena- Ni las mías ni las vuestras. Sé que yo no me
voy a casar. Prefiero llevar sacos al molino. Todo menos estar sentada días y
días dentro de esta sala oscura.
Bernarda- Eso tiene que ser mujer
Magdalena- Maldita sean las mujeres.
Bernarda- Aquí se hace lo que yo mando. Ya no puedes ir
con el cuento a tu padre. Hilo y aguja para las mujeres. Látigo y mula para el
varón.
Acá se demuestra el hecho de que la mujer tenía
como rol ser amas de casa y el hombre debía ser el que saliera a trabajar para
mantener a la familia. Sin embargo esta costumbre estaba empezando a cambiar,
porque desde fines del siglo XIX con la revolución industrial las mujeres
empezaron a trabajar como obreras en las fábricas, y en el transcurso del siglo
XX fueron incluidas en diversos ámbitos de la sociedad, pero conviene
preguntarse ¿En qué medida es así? Los prejuicios que se tenían acerca de la
mujer ¿Fueron erradicados o todavía se mantienen?, o ¿Hoy en día, surgieron
nuevos prejuicios? Lucía Sala en un artículo denominado “Mujer y democracia en
América Latina a comienzos del siglo XX”, plantea lo siguiente:
“La mujer carecía por entonces de derechos políticos y
de buena parte de los civiles; en cierto modo era asimilada al menor de edad.
No era dueña de administrar su patrimonio, aunque lo hubiera aportado al
matrimonio, y no ejercía el derecho a la patria potestad. Su papel fundamental
era de reproductora biológica y (…) del conjunto de ideas y valores sociales.
(…) La mujer era objeto sexual, aunque no siempre coexistía esa condición con
la de la esposa, en una sociedad que consagraba, legalmente incluso, la
diferente sanción a la relación extramarital.” Acá entra el prejuicio que se mantiene actualmente, que es si un hombre
anda con varias mujeres, entonces es un capo, pero si una mujer está con varios
hombres es una cualquiera. Sala sigue diciendo que “La mujer de las clases
dominantes solía ser jefa de la administración doméstica y su numerosa
servidumbre, como lo era también en forma más limitada la de la clase media.
Estaba considerada como un adorno y su educación destinada a privilegiar este
carácter. La misma era limitada. Pervivía en muchos sectores la idea de que el
saber era riesgoso para la virtud y no contribuía a que cumpliera adecuadamente
su rol de esposa y madre. El analfabetismo que era mayoritario en las clases
subalternas y etnias sometidas, lo era más aún entre las mujeres. En las clases
superiores y medias altas, la instrucción abarcaba la lectura, escritura y algo
de “cuentas”, acaso un idioma extranjero; se combinaba con el bordado, la
ejecución en algún instrumento musical, sobre todo piano, y, cuando las
condiciones eran relevantes, con el canto o la pintura.
En las clases medias subalternas la mujer era fuerza de
trabajo doblemente explotada. Desde las décadas finales del siglo XIX comienza
a ser incorporada a la fábrica, manufactura o taller, y realiza desde antes
trabajo en domicilio en lavado, planchado, costura, aparado de calzado, etc.
(…) Pero la mayoría de las que trabajaban fuera de su hogar lo hacían en el
servicio doméstico urbano y rural, en el último caso muchas veces bajo
condiciones de servidumbre, ya que rige el trabajo gratuito familiar de mujeres
y niños en casa del señor. Cuando falta el jefe de la familia la mujer practica
la agricultura y realiza el trabajo doméstico familiar (…)”
Lo
que se puede sacar como conclusión de esta última cita es el hecho de que si
bien han habido avances en lo que respecta al rol de la mujer y su inclusión en
la sociedad desde fines del siglo XIX, sigue estando subordinada al hombre, y
sigue siendo la encargada de tener hijos y ser ama de casa (hoy en día se
mantiene, aunque también salgamos a trabajar). Con respecto a la inserción
laboral de las mujeres hay que considerar la existencia de otro estereotipo
vinculado al anterior que es que la mujer podía trabajar antes de casarse y
tener hijos. Una vez que los tiene, debe dejar todo para dedicarse a ellos, y
la edad que contraían matrimonio dependía de la clase social a la que
pertenecían, siendo más tardía para aquellas que pertenecían a los sectores más
altos de la sociedad. Esto se refleja en “La Casa de Bernarda Alba” porque
Bernarda, jefa del hogar a partir de la muerte de su marido y de una buena
posición económica quiere que sus hijas se casen con hombres de su mismo nivel.
En
cuanto al tipo de trabajo que realizaban a fines del siglo XIX y principios del
XX la mayoría se dedicaba al servicio doméstico, tal como muestra la siguiente
tabla (extraída del Libro “mujeres e historia en el Uruguay”):
Dos
aspectos a destacar a partir de la tabla: la mayoría de las tareas que se
mencionan tienen que ver con tareas propias del hogar y son muy bajos los porcentajes
de quienes se dedicaban al comercio y/o propietarias, lo que muestra claramente
la jerarquía del hombre sobre la mujer y por lo tanto de la poca oportunidad de
participar y emprender proyectos de forma independiente. Pero esta jerarquía
iba más allá de lo laboral, sino que se extendía también en el ámbito familiar
y hasta de pareja, existiendo diversas actitudes de adulterio, abuso y violencia doméstica que en
esa época los hombres estaban amparados legalmente para realizar dichos actos.
De hecho en un principio el divorcio en Uruguay establecía que podía ser por
causal de adulterio si la mujer cometía adulterio en todos los casos y en el
hombre solamente si era un “escándalo público” (1886). En 1907 esta causal se
modifica y se puede establecer esta causal “Por
el adulterio de la mujer en todo caso, o por el del marido cuando lo cometa en
la casa conyugal o cuando se produzca con escándalo público o tenga el marido
concubina”. Vuelve a modificarse en 1978 y establece la causal de adulterio
para ambos cónyuges, aspecto que se mantiene vigente. El tema del adulterio y
la violencia doméstica se ve claramente en la siguiente parte de la obra “La
casa de Bernarda Alba”:
AMELIA: ¿Te fijaste?
Adelaida no estuvo en el duelo.
MARTIRIO: Ya lo sabía. Su novio
no la deja salir ni al tranco de la calle. Antes era alegre. Ahora ni polvos se
echa en la cara.
AMELIA: Ya no sabe una si es
mejor tener novio o no.
MARTIRIO: Es lo mismo.
AMELIA: De todo tiene la
culpa esta crítica que no nos deja vivir. Adelaida habrá pasado mal rato.
MARTIRIO: Le tienen miedo a
nuestra madre. Es la única que conoce la historia de su padre y el origen de
sus tierras. Siempre que viene le tira puñaladas con el asunto. Su padre mató
en Cuba al marido de su primera mujer para casarse con ella, luego aquí la
abandonó y se fue con otra que tenía una hija y luego tuvo relaciones con esta
muchacha, la madre de Adelaida, y casó con ella después de haber muerto loca la
segunda mujer.
AMELIA: Y ese infame, ¿por
qué no está en la cárcel?
MARTIRIO: Porque los hombres
se tapan unos a otros las cosas de esta índole y nadie es capaz de delatar.
En lo que respecta a “La casa de
Bernarda Alba” si bien se destaca el rol y los estereotipos de las mujeres de
la época, también refleja el protagonismo que adquieren poco a poco en la
comunidad (de hecho todos los
personajes que aparecen son mujeres), considerando que el siglo XX fue un
período de grandes cambios en cuanto al tema, adquiriendo cada vez más
participación en los hechos históricos, políticos, culturales y sociales (con
el surgimiento del movimiento feminista, la participación en sindicatos con el
fin de reivindicar los derechos de la mujer, el sufragio femenino [en Uruguay a
partir de 1934 pero votaron por primera vez en 1938], el 8 de marzo como el día
de la mujer trabajadora [en Uruguay se celebró por primera vez en 1930], la
invención de la pastilla anticonceptiva, etc), en definitiva, igualar al hombre
en derechos y oportunidades. Lo que hay que plantearse es si eso realmente se
logró. En la encuesta sobre situaciones familiares y desempeños sociales de las
mujeres en Montevideo y el Área Metropolitana realizada en 2001, se les
pregunta a mujeres si están de acuerdo o
en desacuerdo con una serie de afirmaciones según la edad, el nivel educativo,
la cantidad de hijos que tenga, y si vive o no en pareja, llegando como
conclusión a los siguientes resultados:
La Declaración Universal de derechos humanos establece en algunos de sus
artículos la igualdad de condiciones que tienen todos los seres humanos; el
artículo 1 establece que
“Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y
conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”
Y el artículo 23, inciso segundo dice lo siguiente:
“Toda persona tiene
derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual”
Lo que llama la atención es cómo siguen estando vigentes aunque no se
respeten en la realidad concreta, ya que en este como en muchos otros países
sigue existiendo desigualdad entre mujeres y hombres, cosa que basta verlo con
la gráfica mostrada anteriormente y con el hecho de que las mujeres recibimos
menor salario que los hombres haciendo el mismo trabajo y todavía seamos las
responsables de hacer las tareas de la casa y cuidar a nuestros hijos u otros
parientes.
CONCLUSIÓN:
Aspirando a la igualdad de
género, mediante el uso del lenguaje no sexista:
Personalmente, no creo que existan soluciones mágicas con respecto a la
desigualdad de género, pero algo que puede servir es tratar de evitar el
lenguaje sexista, lenguaje que usamos todo el tiempo. Por ejemplo, en historia
en general se estudia desde el punto de vista masculino, tal es así que en
muchos textos de historia aparecen más ilustraciones de hombres que de mujeres.
Carmen Tornaría, en su artículo denominado “La enseñanza de la historia y de la
invisibilidad de la mujer”, muestra el lenguaje usamos los docente para dar los
temas o bien para dirigirnos a los alumnos, con el uso del genérico “el niño”, “el
hombre”, “los alumnos” o “los estudiantes” aún cuando en una clase hayan más
mujeres que varones, y se pregunta por qué en los textos predomina el género
masculino aún cuando algunos manuales de historia hayan sido creados por
mujeres, y esto mismo ocurre en las demás disciplinas. En literatura la mayoría
de los textos que se dan son escritos por hombres, considerando que durante
mucho tiempo no estaba bien visto que las mujeres fuesen escritoras, existiendo
casos de mujeres que escribían haciéndose pasar por varones.
En blogresponsable.com hay una guía rápida de lenguaje no sexista, donde
aparecen varios consejos para usar un lenguaje no sexista, ya sea usando
términos neutros, (como por ejemplo, decir ciudadanía en lugar de ciudadanos o
ciudadanas), destacando la inclusión de ambos géneros (por ejemplo: hombres y
mujeres, trabajadores y trabajadoras o viceversa, etc., el uso de la @ o de
barras) o evitando las bromas. Lo más importante que se plantea en esta página
es el hecho de que el lenguaje no es sexista
en sí mismo, sino que depende del uso que le demos al mismo.
En mi opinión el manejo del lenguaje es clave en este tema, ya que la
comunicación y el lenguaje nos abre un mundo infinito de posibilidades y es
nuestro punto de contacto en la sociedad, y si éste es igualitario puede servir
para que las posibilidades a las que tengamos acceso también resulten
equitativas para todos sin importar sexo, edad, preferencias sexuales, estrato
social, etc. Por supuesto que es muy difícil de lograr,(en este trabajo hay
lenguaje sexista) porque como seres humanos tendemos a clasificar y etiquetar
todo lo que vemos, considerando solamente los aspectos opuestos, es decir, o
todo es blanco o todo es negro, cuando también hay matices infinitas de grises
y por qué no, de otros colores de diferentes tonalidades, colores que se
mezclan con otros, combinaciones y alternativas infinitas…
FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA:
“El conde Lucanor”- Infante
Don Juan Manuel-Editorial Kapelusz- Bs.As- 1970
“El libro de Buen Amor”-
Juan Ruiz Arcipreste de Hita- Editorial Mestas- Madrid 1999
“La Casa de Bernarda Alba”-
Federico García Lorca- Editorial Kapelusz de Uruguay- Montevideo 2010
“Mujeres e historia
en el Uruguay”- Varios- Grecmu- Trilce- Montevideo 1992
“Encuesta sobre situaciones familiares y
desempeños sociales de las mujeres en Montevideo y el Área
Metropolitana”-Marisa Bucheli, Wanda Cabella, Andrés Peri, Giorgina Piani y
Andre Vigorito- 2002
Detrás de toda mujer hay un gran hombre, la literatura siempre ha sido reflejo de la clase dominante en cada sociedad de su tiempo, buen trabajo!
ResponderEliminarTe felicito!