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¿Es cierto que cada vez leemos menos? (primera parte)

Aclaración: Este será  uno de los pocos artículos que escribo siendo estudiante de literatura, dado que todavía no me cambié de especialidad.
El tópico al que me voy a referir  es específico de la especialidad literatura, pero compete a la educación y a la sociedad en general. Hoy en día se dice que cada vez leemos menos, que  los niveles de lectoescritura  han empeorado notoriamente en los últimos 20 o 30 años. La idea de este artículo es demostrar que esto no es así. Hay múltiples factores que explican el hábito de lectura a saber:
1.       Lo que se entiende por lectura; el imaginario social de la misma.
2.       La globalización y la posmodernidad o el capitalismo tardío. Dentro de este punto se incluyen algunos aspectos tales como:
a.       La falta de preocupación por el futuro, la obsolescencia programada como factor que aumenta el consumismo, y lo que Ignatieff denomina “cultura de los tres minutos” y “cultura amnésica”, como características propias de la posmodernidad.
b.      La predominancia de los medios masivos de comunicación
c.       El avance acelerado de la tecnología. El uso de las TIC en los centros educativos.
3.       La situación socioeconómica actual; específicamente el problema de la exclusión.
4.       La inconcordancia entre los fines del sistema educativo y el reclamo social.
      Otros.


1-En general cuando nos referimos a la lectura casi siempre la asociamos con el objeto libro, limitándonos a pensar que leer es solamente interpretar y comprender un texto escrito determinado, y que la buena lectura es aquella que está dentro de un canon académico pautado. Así puedo decir, por ejemplo que alguien es un buen lector si lee autores clásicos como la Ilíada o la Odisea, pero es un mal lector aquel que sólo lee revistas de chimentos o peor, que diga que no lee y pase gran parte de su tiempo mirando televisión. Puedo distinguir una persona culta de la que no lo es por el vocabulario que utiliza; la que es instruida tiene un vocabulario rico, ya que se expresa (oralmente y por escrito) siguiendo las reglas de la gramática española vigente, transmitidas mediante los agentes de socialización (familia, institución educativa,  grupos de pares, etc.), y la inculta es quien se comunica utilizando jergas o lunfardos propios del grupo al cual pertenece o a lo que está de moda, diciendo, por ejemplo que el estudiante que hace un escrito usando abreviaturas propias de los sms (xq, xa ,xo, tmb, entre otras) , pero no autorizadas por la Real Academia Española ni por la Academia Nacional de Letras, es pobre culturalmente. Esta percepción de la lectura no solo es limitada, sino que hasta resulta peligrosa, ya que estamos estigmatizándola, a tal punto que consideramos que se lee y escribe menos y de forma deficiente. Numerosas investigaciones, pruebas e informes dan prueba  de dicho estigma (En la segunda parte del artículo me voy a referir a las pruebas PISA). 
Leer no es únicamente interpretar palabras escritas, sino que implica comprender cualquier  tipo de representación; así se pueden leer imágenes, videos, situaciones... En definitiva, se puede leer  tanto signos lingüísticos como no lingüísticos. Alguno que esté leyendo esto podrá decir “Pero esto es un disparate, si las imágenes se ven, no se leen”. Sé que lo que digo puede parecer una estupidez, pero se puede leer un texto sin leerlo, es decir, puedo creer que estoy leyendo algo y sin embargo cuando termino de leer resulta que no me acuerdo de nada. ¿A quién no le pasó alguna vez que  para un parcial o examen leía una y otra vez las fotocopias, y sentía que por más veces que las haya leído, que nunca las leyó? Eso es porque no estoy leyendo sino viendo el texto. En otras palabras, no lo leí, porque no lo entendí. Leer implica observar, explorar, analizar, estudiar, investigar, cuestionar, reflexionar, ya sea tratándose de un texto escrito como algo no escrito. Termino esta parte citando a Francisco Conesa y Jaime Nubiola que afirman que:
“Vivimos inmersos en signos. Los seres humanos tenemos la capacidad de convertir en signos todo lo que tocamos. Cualquier objeto, sea natural o cultural, un color, un trozo de tela, un dibujo, cualquier cosa relacionada con nosotros puede adquirir un valor añadido, un significado.”


2- Otra causa que respalda el mito de la pérdida del hábito de lectura se vincula con el cambio de nuestro ritmo de vida debido a la globalización y la posmodernidad. Sin entrar en debate acerca si la posmodernidad o la globalización existan o no, ni mucho menos si la posmodernidad es un período histórico independiente de la modernidad o no, lo cierto es que cada vez tenemos menos tiempo para sentarnos a leer un libro. Aunque tengamos tiempo suficiente, tal vez preferimos destinarlo a otros asuntos. Con la globalización, la diversidad de opciones para emplear nuestro tiempo libre se amplía notablemente, lo que en ocasiones resulta difícil qué hacer. La posmodernidad tiene como una característica básica la necesidad de  tener  la mayor cantidad de bienes materiales posibles y  cuánto más nuevos sean mejor. Aunque no tengamos el dinero suficiente como para “darnos los gustos” o no nos interese tener lo último de lo último, los productos que se lanzan al mercado se realizan con el fin de que tengan una vida útil limitada (obsolescencia programada), lo que nos obliga a tener que volver a comprarlos y así sucesivamente. Ignatieff caracteriza el posmodernismo vinculándolo con la predominancia de los medios de comunicación, sosteniendo que en este período está presente lo que él denomina “Cultura de los tres minutos” y “Cultura amnésica”. La cultura amnésica se produce como consecuencia de la cultura de los tres minutos, donde se transmiten una gran cantidad de imágenes y sensaciones en un lapso muy corto de tiempo, lo que hace que lo transmitido no se retenga ni esté en la memoria, por lo que se pierde la capacidad de atención. Esta pérdida es lo único que realmente perjudica el hábito de lectura, no porque preferimos mirar tv o navegar por internet en vez de leer un libro(ya que leer, como dije anteriormente, implica otorgar significados a todo lo que nos rodea, por ende se puede leer lo que vemos en tv o internet), sino porque lo que vemos es transmitido tan rápidamente que no podemos recordarlo, ni mucho menos interpretarlo o lo que es peor, no podemos atribuirle significados a todo lo que vemos y escuchamos diariamente. En otras palabras, todo se produce tan rápido que no podemos leer lo que ocurre, al menos no de forma crítica y completa, contemplando diferentes posibilidades y puntos de vista. No es que haya una pérdida de la lectura, sino que la misma, como todo lo demás se va acelerando cada vez más, lo que hace que ésta se enriquezca y empobrezca a la vez; cada vez tenemos más acceso a la información, pero menos tiempo para asimilarla, y atribuirle un sentido que resulte significativo. En mi opinión, como futuros docentes, no deberíamos preocuparnos porque nuestros estudiantes prefieran mirar Tinelli, jugar al PlayStation, o estar en Facebook en lugar de leer un buen libro, sino que de lo que tenemos que preocupar es de que no hagan una lectura crítica de lo que ven  día a día. No hay que creer que por mirar Showmatch o Gran Hermano, o escuchar cumbia villera nos va a lavar el cerebro; lo que sí nos lava el cerebro es cómo leemos esto, o mejor dicho, si nos limitamos a ver GH o Tinelli sin leerlos críticamente. Creer que nos quema el cerebro sin tener en cuenta el contexto social y cultural en que se desarrollan ambos programas de televisión implica una pérdida de la lectura, rompiendo con el mito de que los que leen menos son los jóvenes, que como tales están fuertemente estigmatizados (de este tema escribiré en una entrada aparte). Aparte, todo el mundo dice que estos programas son una boludez, pero la mayoría los miran, y los que no, al menos tienen idea de cómo son. Por lo tanto considero que lo que deberíamos hacer es enseñarles cómo leer, con el fin de poder aplicarse en diversos contextos, o como dijera Pozo, “Aprender a aprender”.


La disminución de la lectura también está vinculada con el uso de la tecnología, que es percibida como la que hará desaparecer el libro de papel.  Humberto Eco sostiene al respecto que los libros no van a desaparecer e incluso declara que la computadora es amiga de los libros”. Él señala las ventajas y desventajas del uso de internet. Sostiene que las computadoras facilitaron el acceso de los libros ya que “La computadora multiplicó los libros. Hoy nos la pasamos imprimiendo (…) la computadora permitió que todos puedan publicar sin pagar, así que arruinó a los editores que cobraban para publicar a los malos poetas y que también dio nuevos lugares de expresión allí donde hay dictaduras.”, pero al mismo tiempo
hay que ser cuidadosos con el uso de Internet, ya que es imposible determinar qué información es fiable o no. Según Eco, internet es un gran peligro para los libros porque no filtra. La cuestión es saber cuáles son los lugares donde buscar información sobre temas que no son de nuestra competencia. Si tengo que buscar algo sobre Física, no estoy en condiciones de saber qué es serio y qué no. Es un problema, porque la cultura radica en conservar algunas cosas y en dejar pasar otras. Ésa es su fuerza. Así que la materia del mañana en las escuelas será enseñar a filtrar”. Hace referencia al éxito de la cultura de la imagen en la década de los 60 que se opacó con la presencia de la computadora que propone retornar a una cultura alfabética, y plantea la desigualdad social que incide a la hora de acceder a la información al decir que en un futuro va a haber una clase dirigente alfabetizada y un proletariado esclavo de la imagen. Humberto propone como solución “enseñar a las próximas generaciones cómo leer las imágenes”, frase clave que resume lo que venía diciendo en este artículo y encierra una  gran problemática de la que poco se habla; ¿Hasta qué punto los docentes o futuros docentes estamos capacitados para poder enseñar a manejar las herramientas necesarias para que nuestros estudiantes aprendan?, ¿Podemos enseñar cómo leer las imágenes?, o tal vez la pregunta más adecuada sea ¿Sabemos leer imágenes? Se da por entendido que cuando se ingresa a la universidad, a formación docente o a cualquier curso terciario, ya sabemos cómo estudiar, analizar, leer y escribir críticamente, pero está lejos de ser así. Para Eduardo Dotti Sueldo y Eleonora Peluffo Gernazzo, “Una concepción ingenua que ha estado siempre presente es que las habilidades de lectura y escritura se aprenderían de una vez y para siempre y que, alcanzado el tercer nivel de formación, ya no sería necesaria la intervención de un docente para habilitar determinadas comprensiones y producciones (…)” Este inconveniente está en lo que ofrece el sistema educativo y la normativa vigente; los programas actuales apuntan a bajar la exigencia de pasaje de grado con el fin de disminuir la deserción y la repetición, pero el precio a pagar es muy grande en cuanto a la cantidad y calidad de los conocimientos transmitidos. Si el objetivo es fomentar el espíritu crítico, al menos se debería enseñar técnicas de estudio y el uso de herramientas para así aplicarlas a cualquier contenido a estudiar, pero ocurre todo lo contrario. Se busca aumentar la cantidad de horas de clase y de asignaturas con la intención de que los alumnos permanezcan el mayor tiempo posible (las escuelas de tiempo completo son un buen ejemplo de esto), sin importar demasiado en los contenidos. Esta situación demuestra el hecho de que el sistema educativo sigue teniendo fines propios de la sociedad moderna cuando en realidad la sociedad actual ya no lo es. En el siglo XIX, cuando nació el sistema educativo uruguayo tenía un fin netamente político, que fue mantener el orden social. ¿De qué forma? Fomentando la homogeneización con el fin de “exterminar” al gaucho que resultaba una amenaza para los hacendados de la época, quienes reclamaban más educación.  La educación tenía un rol fundamental en la sociedad, porque era el medio más accesible para la transmisión de conocimientos e información, pero hoy en día la Internet y los medios de comunicación facilitan mucho el acceso a la información, lo que hace que la educación vaya perdiendo ese rol de transmisor de contenidos. El tema es que, en mi opinión, esa perspectiva expositiva y transmisora se mantiene en formación docente, lo que nos dificulta poder hacer el proceso analítico correspondiente para poder dar clase, de tal forma que si lo que aprendimos a hacer es recibir de forma pasiva los conocimientos, sin analizarlos ni reconstruir nuestros propios conocimientos, lo que haremos dando clase será repetir sistemáticamente lo que recibimos sin poder dar medios que permitan al estudiante construir su conocimiento ni mucho menos establecer un punto de vista propio. En otras palabras, si no se le permite que construya su propio conocimiento, no podrá construir su identidad como ser humano.

La educación sigue siendo la encargada de transmitir información, cuando actualmente hay otros medios que permiten acceder más fácil a la información, sigue encargándose de mantener el orden social de la misma forma que lo hacía en los siglos XIX y XX según un proyecto social, que actualmente no es el mismo. De dicha inconcordancia escribiré en la segunda parte de este artículo, donde terminaré de responder la pregunta que titula el mismo.

Bibliografía:
·         Capítulo 3 “El posmodernismo: una guía básica”- David Morley.- Extraído de "Estudios culturales y comunicación" - James Curran, David Morley, Valerie Walkerdine (compiladores) - Editorial Paidós – Barcelona 1998
·         Artículo “UMBERTO ECO Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN EL MUNDO EDITORIAL-Cómo hacer para dedicar un libro digital” http://www.criticadigital.com/impresa/index.php?secc=nota&nid=40943
·         “La lectura y la escritura de textos académicos en formación docente”- Eduardo Dotti Sueldo y Eleonora Peluffo Geronazzo- Extraído de “Español al sur”- María José González y Cristina Pippolo (compiladoras)- ANEP- Departamento Nacional de Español- Editorial Luscinia- Montevideo 2011.

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